Los siete policías bonaerenses acusados de torturar y asesinar a Fabián Gorosito en la comisaría de Mariano Acosta fueron indagados por la fiscal de Morón, Valeria Courtade. Todos bajo la acusación de haber esposado de pies y manos al joven de 22 años, golpearlo y ahogarlo en el barro del descampado donde sus propios familiares lo encontraron muerto.
Los voceros judiciales, consultados por Tiempo Argentino, detallaron que el primero de los involucrados en declarar negó haber participado en el crimen, y agregó que su auto, con el que habrían “levantado” al muchacho, no estaba en la seccional cuando ocurrió el hecho.
Sin embargo, según informaron las fuentes, los registros de la comisaría de la madrugada del 15 de agosto pasado contradicen los dichos de este detenido. En este sentido, Gendarmería Nacional quedó a cargo de las pericias sobre el auto, y la fiscal espera los resultados para verificar si el muchacho fue trasladado en ese vehículo.
“Uno de los imputados se quebró y dijo que daría su testimonio más adelante. Otros cuatro se negaron a atestiguar y el último, Adrián Giménez, negó su participación en los hechos”, aclaró Silvio Alfonso, abogado de la familia de la víctima.
Por otra parte, el representante legal de Giménez, Adrián Cajar, adelantó que la esposa del policía se presentará a declarar, avalando la versión de su marido.
El resto de los detenidos son: el subcomisario Pablo Nievas, el inspector Hernán Oviedo y los oficiales principales Rubén Villalva, Luis Fernández, Cristian Fortunato y Marcos Di Pierro. Para la fiscal, la hipótesis más firme es que a Fabián lo mataron porque salía con la mujer del imputado Giménez. “Todos los detenidos participaron en el crimen. Hay elementos probatorios sólidos de que ellos actuaron viendo, haciendo o dejando hacer. De ser hallados culpables, podrían ser condenados a prisión o reclusión perpetua”, agregó la fuente.
Luego de los arrestos, el jefe de la Policía Bonaerense, Juan Carlos Paggi, dispuso la intervención de la seccional donde fue torturada la víctima, y además ordenó el traslado de los 63 policías que se desempeñaban allí para garantizar la investigación de Asuntos Internos.
Fabián trabajaba en el frigorífico Merlo desde los 17 años. De pequeño, su padre lo cargaba en la bicicleta y lo llevaba a su trabajo para que aprendiera el oficio. Antes de morir, su puesto era el de maneador: ataba las patas de las vacas a una cadena de cinco kilos y las colgaba para que otro las matara. Ese era su trabajo. Un oficio duro, según Carlos, su padre. “Para nosotros, trabajar en el frigorífico era un sueño. Toda la vida lo hicimos, es la herencia familiar”, confesó el hombre en la mesa de su casa, decorada por las fotos de una familia numerosa, que llegó a Mariano Acosta hace 35 años, cuando todo era campo.
Con el paso de los años, Fabián comenzó a ir a su trabajo en el sulky del padre de un amigo. María Teresa Viera, la madre, contó que su hijo amaba los caballos y los perros de caza. “Después de un tiempo, los días de lluvia empezaron a ir en la camioneta que se había comprado el padre de su compañero. Antes de llegar al frigorífico, paraban en la estación de servicio sobre la calle Ferrari, donde trabajaba esta chica. Así la conoció”, recordó la mujer, en relación al supuesto vínculo entre el joven y la mujer del policía Giménez.
La víctima era el mayor de tres hermanos. Trabajaba de lunes a viernes y cuando volvía del frigorífico, visitaba a su abuelo Héctor, quien después de enterarse de lo que pasó, sufrió un ACV y hoy tiene la mitad de su cuerpo paralizado.
Con uno de sus primeros sueldos, el muchacho se había comprado un equipo de música para oír cumbia, sobre todo a su grupo preferido: Barrabox. El joven no era de salir, pero la madrugada de su muerte estaba tomando algo con unos amigos con los que planeaba ir a bailar a Marcos Paz.
“En ese momento, lo corrieron unos policías en motos, lo interceptaron del otro lado del campo y lo subieron a un coche particular, desde ahí no se supo más nada”, relató la madre a Tiempo Argentino.
A las siete de la mañana, María Teresa encontró a su esposo tomando mate en la cocina y le preguntó por Fabián. “Todavía no llegó”, contestó el hombre, quien poco después salió a cazar junto a su hijo menor. “Fuimos con los perros galgos de Fabi al descampado. Cuando llegamos, Milonga, su perra preferida, salió corriendo hacia una de las esquinas del campo, donde revoloteaban algunos teros. Le grité que vuelva y seguimos caminando. Horas más tarde, mis hermanos encontraron a mi hijo en ese mismo lugar”, se quebró Carlos.
Cuando sus tíos lo hallaron, Fabián estaba boca abajo. Fue su padre quien lo dio vuelta y notó que estaba golpeado. La autopsia realizada en la Morgue Judicial de Lomas de Zamora probó las torturas y disparó la investigación. Días después, Fabián fue velado en la casa de sus padres y sus restos llevados al cementerio municipal de Marcos Paz.<
