La Argentina tiene un lugar consolidado en todos los foros y organismos internacionales del ámbito nuclear. Uno de los hechos que demuestra esta afirmación es la invitación especial que hiciera el presidente de los EE UU, Barack Obama, a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner para la primera Cumbre de Seguridad Física Nuclear, convocada para abril de este año en Washington DC.
En esa cumbre han participado 46 naciones y, además de la Argentina, Latinoamérica estuvo representada por Brasil, Chile y México.
Para continuar el proceso de esas deliberaciones, se ha elegido a nuestro país para ser sede de la primera reunión de representantes (Sherpas) de las naciones participantes, encuentro que tuvo lugar en la Ciudad de Buenos Aires, los días 2 y 3 de noviembre.
La selección de la Argentina como sede es una muestra más del reconocimiento internacional y el lugar relevante que ocupamos en el escenario nuclear internacional.
Por cierto que este espacio ganado no constituye algo novedoso. Contamos con una tradición ampliamente establecida en el manejo responsable y seguro de todos los procesos que componen la actividad nuclear.
Como remarcó el discurso de la presidenta en el acto de apertura del encuentro, leído por el jefe de Gabinete, Dr. Aníbal Fernández: “ (…) una de sus características principales es la de contar con un sistema regulatorio independiente, moderno y eficaz, que presta especial atención al valor de la cultura de la seguridad física.”
Lo que ha mostrado la cumbre y la reunión de Buenos Aires es que existe una creciente preocupación por la proliferación de armas nucleares. Frente a eso, en diferentes foros se promueven políticas tendientes a no alentar que los países posean ciclos de combustible completos y con desarrollos propios. De ese modo, los ciclos de esa naturaleza quedarían en manos de unos pocos países proveedores.
En el trasfondo de esta postura subyace la idea de que las tecnologías relacionadas con enriquecimiento y reprocesamiento son en sí mismas de naturaleza proliferante, sin tener en cuenta la voluntad política de la gran mayoría de los países de utilizarlas sólo con fines pacíficos.
Frente a esas tendencias, la Argentina como firmante del Tratado de No Proliferación ha defendido siempre su legítimo derecho a llevar a cabo desarrollos propios para la utilización pacífica del ciclo de combustible.
Esa defensa de sus derechos es acompañada por una actitud transparente frente al mundo en cuanto a la naturaleza pacífica de su plan nuclear. Actitud fortalecida por el accionar de la Autoridad Regulatoria Nuclear, garantizando que cualquier aplicación de la energía nuclear se hace cumpliendo los compromisos asumidos por el país –regional e internacionalmente– en materia de no proliferación.
